sábado, 27 de abril de 2013

Sentido de la denuncia.



De todo esto aparece la libertad y autoridad de Jesús. 

Pero Jesús no practica la denuncia por sí misma ni la oposición exaltada a todo 10 establecido. Si denuncia, no lo hace por el mero deseo de oponerse a los dirigentes, sino para liberar al pueblo del influjo opresor que ejerce sobre él el prestigio de la institución. Para ello pone de relieve las contradicciones entre principios y conducta o entre apariencia y realidad. 

Así, a los que se presentan ante el pueblo con una aureola de santidad y observancia los tacha de hipócritas, desvelando la verdadera motivación de sus públicas prácticas de piedad, la busca del prestigio que les permite dominar al pueblo (Mt 6,1-18). Declara que el templo, centro y compendio de la institución religiosa, dominado por los dirigentes, es una «cueva de bandidos», porque el culto que en él se practica no es más que una explotación del pueblo (Mc 11,15-17). 

Jesús mismo expone su táctica en el conocido pasaje de Mc 3,27 par.: «Nadie puede meterse en la casa del fuerte y saquear sus bienes si primero no ata al fuerte; entonces podrá saquear su casa». «El fuerte» es una figura negativa que en el contexto representa a la institución judía, que ha roto con Jesús y que busca matado (Mc 3,6) a causa de su actividad con el pueblo. Es la institución que somete a sus fieles, que fanatiza con su ideología (endemoniados), que priva al pueblo de libertad e iniciativa (Mc 3,1-7 a: el hombre del brazo atrofiado). La actividad de Jesús, en particular separando de la institución a los que antes eran fanáticos de ella (3,22: «expulsa a los demonios»), alarma a las autoridades centrales, que comienzan una campaña de difamación contra él (3,22: «letrados bajados de Jerusalén»). 

Después de refutar las acusaciones, Jesús resume el sentido de su actividad en el pasaje citado. «El fuerte» es la institución judía; «los bienes» del fuerte son el pueblo sometido a su influjo; «atar al fuerte» significa hacerla incapaz de reacción. El que entra en la casa del fuerte es Jesús mismo, cuyo propósito no es desalojar al fuerte de su casa para instalarse él mismo, sino dejar vacía la casa, es decir, sustraer al pueblo del dominio de la institución. Y esto no lo hace con objeto de constituir un grupo que esté bajo su dominio; simplemente da la libertad a los sometidos, sin la menor ambición de poder. 

Es así como «ata al fuerte», dejándolo sin respuesta: no le disputa el poder, sino que hace hombres libres, los cuales abandonan la institución no por orden de Jesús, sino por propio convencimiento. La institución habría podido luchar contra Jesús si éste le arrebatara a la gente para llevársela detrás de él usando el prestigio de su liderazgo; se trataría de un nuevo sometimiento: la gente seguiría privada de libertad y no sería imposible hacerla volver a la antigua esclavitud. Pero Jesús no hace eso: abre los ojos a los individuos para que comprendan su situación de opresión y, deseosos de la libertad a la que Dios llama al hombre, abandonen libremente el sistema opresor. Ante este uso de la libertad que nace de una convicción, el sistema es impotente.

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