La
libertad de opción de Jesús se expresa en su bautismo.
En la
cultura judía, la inmersión en agua era símbolo de muerte. Para las masas
judías que acudían a Juan Bautista, simbolizaba la muerte a un pasado, el de la
propia injusticia (“los pecados”). Para Jesús, exento de injusticia, es símbolo de muerte en el
futuro, es decir, de la aceptación incluso de la muerte si fuere necesaria o
inevitable en su misión de ofrecer la salvación a la humanidad.
La
opción de Jesús, opción total que lo lleva al don total de sí mismo, nace de su
amor a la humanidad y lo expresa. Conocemos la respuesta divina a esa opción, que
ha puesto a Jesús en plena sintonía con Dios: la comunicación plena del
Espíritu, de la vida y el ser de Dios mismo, que hace de Jesús el Hijo de Dios,
capacitándolo para la misión que se ha propuesto realizar.
Jesús
permanece firme en su opción, a pesar de las tentaciones que experimenta en su
vida activa, en particular la tentación del poder. No se deja arrastrar por la
popularidad y esquiva el liderazgo que le ofrecen en Cafarnaún (1,35-38); no
acepta el poder, retirándose cuando quieren hacerlo rey (Jn 6,15). Es decir, la
libertad de opción de Jesús ha terminado su ejercicio.
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