En otro
terreno, Jesús no respeta las discriminaciones sociales impuestas por la Ley o
por la práctica religiosa: En Israel, el prototipo de la «impureza» era el
leproso, excluido por la Ley del trato con Dios y con los hombres (Mc 1,39-45 par.);
Jesús acoge y toca al leproso, violando la Ley, para denunciar esta injusticia.
Otro grupo marginado de la sociedad estaba constituido por los «pecadores» o
descreídos, entre los cuales figuraban los recaudadores de impuestos, odiados
por su rapacidad y por trabajar para el tetrarca Herodes, aliado de los romanos;
ningún judío piadoso tenía trato con ellos; Jesús, en cambio, los admite a su
mesa, en señal de aceptación y amistad, provocando el escándalo de los maestros de la Ley (Me 2,15-17
par.).
Acoge a
la mujer impura (5,23b-34 par.) y a la pecadora pública (Le 7,36-50), que son
figuras de sectores marginados de la sociedad. El mismo se invita a comer en
casa de Zaqueo, el jefe de recaudadores (Le 19,6) y no le importa que lo motejen
de «comilón y borracho, amigo de recaudadores y descreídos» (Mt 11,19 par.).
Integra en el grupo de los Doce a hombres de diferentes tendencias (Mc 3,13-19
par.).
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